Según la Agencia Associated Press, a Barry Levin se le ocurrió la idea después que un hombre entró en una estafeta de correos y lanzó un cóctel de molotov. El hombre resulto completamente calcinado.
Lo único que se salvo, fue un paquete de libros a nombre del librero.
Aunque intactos, estos volúmenes aun conservaban el olor a carne quemada.
Levin consiguió vender cada uno de estos libros a cien mil pesetas.
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